LA TIERRA LIMPIA | EL SHOW TÓXICO DE CHEVRON

ECOLOGÍA, MEDIOAMBIENTE

Preservar el medioambiente no es algo ideológicamente neutral.

Hay una coincidencia generalizada entre destacados pensadores actuales: el presente modelo económico, de producción, crecimiento, reparto y consumo, es insostenible y, por tanto, inviable para el planeta.

La orientación neoconservadora de los medios de comunicación, información y entretenimiento, produce un corrimiento ideológico de las sociedades occidentales hacia el conservadurismo. El pensamiento neoconservador tiende a la individualización práctica, a la propiedad privada como bien principal a proteger. Por tanto, el actual concepto de colectividad está siendo superado por el de individualidad en un ecosistema político y económico en el que el marco de relaciones humanas tiende a ser más virtual que real. El dispositivo inteligente conectado a internet, paradigma de las relaciones sociales en una sociedad escasamente concienciada en lo común, demuestra que de los cientos o miles de «amigos» que supuestamente tenemos en red, apenas aparecen unos pocos cuando se hace un llamamiento en defensa de los derechos de los animales -humanos o no-, o de la tierra, el aire o el agua. Esa sagrada individualidad que el pensamiento dominante suele situar por encima de la colectividad, no ayuda a la comprensión de ciertos procesos que son comunes, como la co-participación y co-responsabilidad en el deterioro medioambiental. Nadie puede autoconstruirse el colegio de sus hijos, su depuradora, su alcantarillado o su estación de tren. Por tanto, es erróneo negar la pertenencia a una sociedad, por más que uno quiera aislarse y evitar compartir.

Y la necesidad de compartir lo cotidiano, determina la necesidad de unas reglas de convivencia y de un gobierno. Y es en las distintas orientaciones ideológicas de un gobierno donde el conservadurismo, social-liberalismo, neoconservadurismo, neoliberalismo o anarcocapitalistamo -da igual la opción capitalista que se quiera elegir-, imposibilita la protección real del aire, el agua o la tierra, más allá del parcheo cosmético. Ese modelo, protector de lo privado y poco amigo de lo público, encontrará importantes contradicciones a la hora de limitar los procesos productivos, porque pondrá más énfasis en la riqueza que supuestamente se produce que en el daño que se genera. Diríamos que el modelo de consumo y creación de riqueza capitalista entra en contradicción con la preservación del entorno: es incapaz de autolimitarse. La experiencia demuestra que, hasta el momento, la batalla por el medioambiente es una batalla perdida dentro del modelo capitalista y que la única esperanza para el planeta está al margen de ese modelo.